Me encantaría poder leerte. Y no me refiero solo a tu mente, poder leerte entera. Desnudarte como si fueras un libro y conocer hasta la última letra de ti. Disfrutar de tus comas y de tus puntos, hacerte saber que estaré presente hasta en el punto y final. Quiero leerte y divertirme como si leyera mi novela favorita; sorprenderme con cada idea que formen en ti tus palabras, y aunque algunas ya las conozca, volver a disfrutar de esos detalles. Leer la historia de cada cicatriz, reír la risa que formaron tus hoyuelos, fumar los cigarrillos que dejaron rastro en cada uno de tus pulmones, volver a enredar cada rizo que intentaste desenredar tantas mañanas, excitarme con ese lunar más arriba de tu labio. No quiero besarte, no es necesario, me conformo con leer tus labios. Solo quiero mirar y conocer. Mirar cada esquina de tu cuerpo, mirarte a los ojos. Tus ojos. Creo que si te deshicieras del resto de las cosas que te forman, seguirías siendo tú. Tus ojos lo dicen todo, no esconden nada que pueda decirme otra parte de tu cuerpo. Quiero que cuando me hables y me cuentes algo que te disgusta, que te haga sufrir y llores, me dejes leer tus lágrimas. No es la primera vez que tus labios ponen falsas excusas a tus lágrimas porque si pudiera leerlas, estoy seguro de que no me dirían lo mismo.
Déjame leerte. Déjame leerte en braille.
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