Te odio chica de pocas palabras. Odio que te dejes callar por tu inseguridad, producto de tu vergüenza hacia la imperfección, de tu obsesión por la palabra 'perfecto'. Odio que nunca te canses, hasta el punto de resultar cansina. Que nunca paras, porque nunca ves el límite. "Te has pasado de la raya" -te repetían de pequeña. Te lo repetían día tras día porque nunca entendiste dónde estaba esa raya, la raya roja que marcaba la diferencia entre lo normal y lo natural. Tú te quedaste con lo natural, ya que nunca supiste cómo sobrevivir en lo normal, en lo que la gente espera.
Pero resulta que dentro de tu lado, llevas un tiempo en la raya roja que roza la locura. Y te replanteas incluso tu forma de ser. Hasta que de pronto te encuentras con alguien que se siente agusto en tu lado. Alguien que no te calla, sino que te saca las palabras. Que se muere por escucharte. Alguien a quien le importa saber qué opinas, porque da por hecho que ya tienes una opinión al respecto. Que ha captado que no eres de pocas palabras, sino que te las guardas.
Pero resulta que eres puro aire, que sigues a todos como si lo nuevo, por el simple hecho de ser nuevo, es color de rosa, o por lo menos, mejor que lo viejo. Y te dejas llevar. Te tragas, no sé cómo, todo lo que no piensas y empiezas, no sé cómo, a ser esa persona que no quieres ser, a vivir de la forma que siempre has odiado, la que te aburre enormemente y a la que no le encuentras sentido. Olvidaste que no dejarte llevar formaba parte del plan.